miércoles, abril 12, 2006

Jeremy spoke in San Carlos de Apoquindo: la vivencia de un simple mortal entre 20 mil personas



No es necesario referirnos a las dos horas de éxtasis que nos dejó Pearl Jam en el escenario, sin olvidar el indirock de Mudhoney, que aún resuena en mi cabeza. Son sólo una reinvención de buenos recuerdos que nos remontan a esos tiempos en que uno se encerraba en su habitación a escuchar Ten de corrido, además sabíamos de antemano que vivíamos un episodio memorable e histórico. Sin embargo, no era una radio ni un cassette pirata lo que se escuchaba... era la banda... en persona.

Pero la historia no comienza ahí, hay que hacer un poco de memoria. Era septiembre en Chile, y el rumor de que la banda estaba cerca merodeaba de ramada en ramada. "Ver para creer" me decía a mi mismo con la pequeña esperanza de no llevarme otra decepción.
El mito de Pearl Jam en Chile, era como aquel fantasma, vivido por mi tío en su juventud rockera, de Pink Floyd tocando en el Valle de la Luna. O porque no referirnos, a escalas mayores, que Elvis sigue vivo, en una isla desierta del Pacífico, junto a Jimmy Hoffa, y que tanto la CIA como el FBI nos esconde la verdad del caso.

Con mi incredulidad me mantuve diciendo una y otra vez, bajo el efecto de alguna bebida etílica barata, y de desconfiable procedencia, "estos wones no van a venir nunca, no tienen idea de donde queda Chile, y si la tienen, creerán que somos unos indiecitos con plumas y flechas". Cómete tus estúpidas palabras Jorge Reyes, que la banda ha confirmado un concierto el 22 de noviembre, en San Carlos de Apoquindo.
"La raja" no hay mejor frase que pueda explicar lo que se ha esperado por más de diez años... un momento, es en San Carlos de Apoquindo... ¡Mierda! (no saben cuantas veces dije esa palabra). Para aquellos que no conozcan el estadio, deben tener en cuenta que la capacidad de éste es limitada. Un solo concierto y las entradas vendiéndose como pan caliente. Había que actuar rápidamente.

Logré pedir un par de entradas a "Santiasco" (mi hermano también debía ir), pero ahora que está encima todo sentimiento de consumismo en mi puta alma, no saben cuanto lamento no haber pescado a los pobres diablos que día a día me ofrecían CMRs como desquiciados. En fin, logré pedirlas para una semana de martiriosa espera, encalillándome por diez meses para pagarlas... ¡Mierda! (ven a que me refiero)
Semana y media después, ya tenía mis entradas atesoradas como hueso santo en el bolsillo de mi camisa, eran las entradas más extrañas que tenía en mis manos, por un momento pensé que era un concierto de Cristal auspiciado por Pearl Jam. Era mucha la diferencia de centímetros por columnas entre ambos. Y para colmo la banda anunciaba otro concierto para el día 23 de noviembre, ¿de qué valió ver correr sangre por las cochinas entradas?.
En fin, actué como un esquizofrénico por las calles de mi city querida (por todos menos yo), tomé la micro y me dispuse a llegar a mi casa a esconder las putas entradas donde mejor estarían, ya que mis estudios evitan que pueda enfocar mayor atención a éstas. ¡Epa!, cuidado que el tipo que está sentado en la fila de atrás, el de las tillas con resorte, tiene cara de sospechoso, incluso la vieja de pie a mis espaldas ya siento que busca las entradas en los bolsillos de mis pantalones... o ¿me quiere correr mano? Quién sabe, con tanto pedófilo dando vuelta.

Al fin sano y salvo en mi casa, la sonrisa se me asomaba por los poros de mi cara y no lo disimulaba, no quería disimularlo. Me sentía bien y feliz... ¿feliz? Si, créanlo o no me sentía capaz de todo, incluso idee estampar en la espalda, de una polera entera de negra que tengo, "Voy a ver Pearl Jam, voy a hacer historia, voy a cumplir uno de mis sueños... y tú NO"... ja. Pero por misericordia a los desdichados, y al recordar los diez meses que se me vienen encima lo postergué. Ya tendré tiempo de escribir "YO vi a Pearl Jam en su primer concierto en Latinoamérica, YO hice historia entre 25 mil personas, YO cumplí uno de mis sueños... y tú NOOOO".

Mi vieja estaba en la cocina, la sorprendo con la noticia, y en menos de cinco minutos ya estamos celebrando en el living saltando como idiotas... ¿por qué tanto? Se preguntarán. Mi vieja es casi igual de fanática que mi hermano y yo, incluso me comentó que si tuviera unos años menos hubiera estado en primera fila coreando junto a Vedder todos los temas de los que tiene conocimiento.
Llegó mi hermano, hicimos la ceremonia de entregar las entradas con abrazos, apretones de mano y poses ante fotógrafos invisibles. Cada uno hizo lo que quiso con el ticket, él lo enmarcó... yo lo guardé con mi vinilo de The dark side of the moon de Pink Floyd, a salvo de mis primos chicos y del polvo en el ambiente.
Ahora comenzaba otra tarea difícil... sacarme de encima todo tipo de prueba, trabajo, o disertación. Revisé el calendario de esa semana... lunes 21, entregar un trabajo para Masas; martes 22, certamen escrito de Inglés; miércoles 23, práctico de Semiótica... ¡Mierda! (otro más), ¿por qué uno no puede ir a un concierto tranquilo?
El trabajo lo presenté listo el lunes, con un poco de resaca por celebrar el domingo el cumpleaños de mi tía, mi madre, y mi tío padrino, además había que ponerse de acuerdo con Francisco (coco) mi primo, Mariana (marci) mi prima, y el gringo-judío que anda con ella llamado Erez, de cómo chucha nos íbamos a ir.

Viajábamos en la noche del lunes. Un amigo había sacado los pasajes. La idea era quedarse en la casa de Erez y viajar de regreso el miércoles en la mañana. Todos estaban comprometidos con alguna prueba o algún amor... menos yo, por suerte no tengo pareja, pero no me quería volver solo en la tarde, sería de lo más aburrido.
Bueno, a lo que iba: la crónica la presenté el lunes, le mandé un mail al profe de inglés para excusarme de su certamen, y el práctico de Semiótica lo cambiaron para una semana más tarde. Después de todo si existe la buena suerte.

Two minutes to midnight y ya estabamos reunidos Rodrigo (loli), Felipe (colorín), y Yo, Marci y Erez se iban en otro bus, pero... ¡¿Dónde Mierda (perdí la cuenta) estaba Francisco?!. Al fin llegó, abordamos y nos sentamos en los últimos puestos. No alcanzas a ver los subtítulos de la película, pero menos mal los baños se ubicaban en el centro del bus, para no tener que soportar el apestante olor a mierda, literalmente hablando, que se te pega a la ropa. Seis horas después se respiraba la densidad del aire, era como si todos los capitalinos se tiraran un peo al mismo tiempo. Sí, así es señores, estabamos en Santiago y esa noche Pearl Jam haría su primer concierto en tierras australes, y yo, su humilde relator, estaré allí.

La distribución fue la siguiente: Felipe y Rodrigo irían a la casa de Paola, la polola en ese entonces de mi hermano, que a propósito ya estaba allá. Francisco y yo nos íbamos al departamento de Erez, a pasos del metro Bellas Artes.
Había demasiada excitación como para quedarse dormidos, o descansar algunas horas. En el departamento estaba Tal, el primo de Erez, que sólo habla hebreo e inglés; también estaba Santiago, de origen boliviano y que domina lo más bien la lengua anglosajona... es decir, es seco pa’l inglés. Yo igual me defiendo, pero soy más mula, y mi primo es un cero a la izquierda.
Se hablaba en cinco idiomas, una torre de babel cualquiera. Las primeras cinco horas fueron de entendimiento con Tal, el único que no conoce el habla hispana, tarea difícil, puesto que ni mi primo ni yo, somos los mejores en modulación.

Compramos algunos alimentos para tomar desayuno. Y al momento de meterlos al refrigerador ¡sorpresa!, estaba lleno de botellas de pisco, vinos, vodka, tequila, gin, y uno que otro wiscacho. Creen que eso es impresionante. Los tipos no comían, de hecho tenían una lata de Nescafé llena de Mary Jane. Sin duda un apartamento de jóvenes común y corriente. Luego salió el tema de cómo llegar al estadio.
Disculpen mi ignorancia, tan sólo sé llegar al Estadio Nacional, pero Francisco era el fanático de la UC, supongo que el sabrá la micro o la estación donde bajarse. Le pregunté. Me quedó mirando como idiota por unos segundos y finalmente me dijo entre risas "¡No, ja, ja, ja!". Acto seguido revisar tanto las estaciones como las rutas de las micros en esos libros de turistas que tenía el gringo, mientras estos... se euforiaban consumiendo Nescafé. No puedo negar que ganas me sobraban, pero quería estar en optimas condiciones para disfrutar de todo el concierto... como un ser humano normal.

Llama mi hermano, nos pregunta la hora en que nos juntaríamos en el estadio. Coincidimos que sería a eso de las cinco, cinco y media. Ellos partieron antes, porque querían asegurarse un buen lugar dentro de la masa.
El calor era insoportable. Llenamos unas botellas, dejamos una nota a Erez y Tal, que también iba, pero que no se encontraban por clases en la universidad. La nota decía cual era la ruta más directa al estadio. Le dejamos una botella de dos litros lista con agua y partimos.
Todo el mundo está citado a ver Pearl Jam, al menos todas las micros estaban repletas como en las clásicas imágenes de Condorito. Sólo que aquí no habían viejas guatonas, sino puros chascones con poleras negras que decían Pearl Jam, Nirvana, AIC, o cualquier banda grunge. Estabamos como en casa.

Luego de una hora y algo de viaje, llegamos a la entrada del estadio no llevábamos más que nuestras almas, y nuestras entradas al cielo. Nos acercábamos cada vez más, los vendedores gritaban sus mercancías a los mil vientos, esperando respuestas como "deme dos", todas ellas con la estampa de "Piri Yan en Shile".
Fuimos ciegos y no escuchamos las súplicas de quienes eran capaces de intercambiar a sus propias novias por una entrada, uno sólo avanzaba, y el mundo nos miró con respeto.
Lo habíamos logrado, entramos. Debíamos buscar a los cauros en la parte cercana al escenario, lado izquierdo en la visión del público. Ahí estaban ellos, listos para cualquier batalla por conseguir las baquetas de Cameron, o alguna uñeta de McCready. Eran las seis de la tarde.
Un par de horas más tarde, salió una de las mejores bandas de este estilo, los hermanos mayores del grunge junto a Melvins... me refiero a Mudhoney. Fue en ese momento cuando me di cuenta de las fallas. La mitad de las personas de la cancha se preguntaban "¿Quiénes chucha son Mudhoney?" Había más posibilidades de encontrar una mina que en su vida, la única canción de Pearl Jam que conocía era Black, y apuesto cualquier cosa a que ni siquiera sabía su nombre; que un fanático que esperó desde pendejo, que cualquier banda de Seattle llegará hasta esta olvidada tierra.

Mudhoney tocaba con la potencia que los caracteriza, y el público reaccionó como era de esperarse, moviéndose de un lado a otro como una inmensa marejada. La batalla ya había comenzado, y todos éramos guerreros de nuestra propia cruzada por sobrevivir. La banda, finalmente, agradece la acogida del público nacional. Y se despide hasta mañana. La calma vuelve a los presentes satisfechos.
Si esos eran los teloneros, imaginen solamente el espectáculo que nos tiene preparado Pearl Jam. Habíamos hecho las apuestas, antes del concierto, de con que canción empiezan. Juan Pablo sólo pensaba en Go, y en Porch. Francisco hacía lo suyo con Evenflow. Yo al ser más calculador dije Courduroy, sabía que siempre empiezan con una un tanto lenta para luego subir los decibeles.

La función se demoraba, había que montar dos pantallas gigantes a los extremos del escenario. No fue posible por el viento y tuvieron que sacarlas. Había pronóstico de lluvia para el día siguiente. Después de lo de Mudhoney, me había separado e todos hasta que encontré a Francisco, que había encontrado a Erez, que había llegado con Tal, que había sacado uno y se lo pusieron a fumar ahí mismo. Era del porte de un dedo meñique, y necesitaba nuevas fuerzas, me sentía agotado y ni siquiera comenzaba el concierto. ¡Que mierda le pusieron a ese porro, que con cuatro fumadas ya estaba listo!. Mi primo se negó a fumar, ya había tenido mala experiencias con él momentos antes.

Las luces se apagaron los reflectores de color azul apuntaron al escenario. Todo fue gritos de alegría hasta que cinco figuras, seis si contamos al viejito del teclado, invadieran el ambiente. Como lo pensé empezaron de menos a más decibeles. Se escuchaba las guitarras de Mike y Stone, junto al bajo de Jeff, y comenzó.

El concierto más importante del año, por el cual estuve ahorrando la plata de todo carrete al que falté. No fui al Monster of Rock, no fui a Megadeth y no iré a Dream. Todo será para esta noche... disfrútalo Jorge... que sea digno de recordar. Eso pensé mientras Eddie gritaba "Release me". Y el público ya estaba hipnotizado por la nostalgia. Nadie se imaginó que empezarían con ese tema, todos la sabían, todos la cantaron.
Los siguientes cuatro temas los disfruté solo, en el mar de gente era imposible pensar que no me separaría nunca de mis amigos y familiares, así pasaron Courduroy, la premeditada; Last Exit; Hail, Hail; y la siempre bienvenida Do the Evolution.

Ni la lluvia quiso estar ausente, y como buen paracaidista llegó por donde nadie podría detenerla... desde el cielo. Luego escuché un "Pendex" que me gritaban desde más atrás, era Francisco, nos juntamos de nuevo, nos abrazamos cagados de la risa, por lo que disfruté los siguientes siete temas con mi primo. Given to fly, y todo el mundo se sentía en el paraíso; I am mine, del Riot Act; Grievance, donde domina una gran batería; Elderly Woman Behind the Counter in a Small Town, ideal para corear mientras intentas mantener el equilibrio; Evenflow, y la casa se vino abajo junto a mi primo que no paraba de repetir, esta es la mejor wea que me ha pasado en la vida; Lukin y Not for You, para quienes todavía tenían energías para saltar. Daughter, para respirar un poco, ya había distancia entre mi primo y yo, me despedí con un hasta luego, y seguí mi paso firme hasta el escenario, desde los treinta metros que estaba, hasta diez o quince metros, donde me quedé por las últimas tres canciones; Down, del disco Lost Dogs; Jeremy; y después de un juego con los presentes, Save You nos dejó casi sordos. La banda se retiró. Seguía lloviendo. Un descontento nació del público que seguía coreando el nombre del grupo hasta quedar sin aliento. Aparecieron los tramoyas secando los instrumentos. Luego de un rato el quinteto salió a escena nuevamente.

Cuatro temas que no podían estar ausentes esa noche; como inyección de adrenalina llegó Go a nuestras pailas y las pilas se recargaron; mas tarde el público no paraba de repetir una y otra vez "can’t find a Better Man"; y para las minas que no reconocían ninguna de las canciones, llegó Black, para salvarlas; no nos cabe duda alguna que la banda sigue viva, porque el "I’m still Alive" no resonó en vano en el recinto deportivo. Nuevamente se retiran, los tramoyas, y el descontento. Aún hay energía para algo más, aún queremos más Pearl Jam en vivo.

¿Se le habrá subido el vino a Eddie?. No dejaba de repetir wones, mientras nos incitaba a seguir diciendo lo mismo. Pero no era eso lo que decía. Teniendo en cuenta que no habla bien el español, lo que gritaba era Ramones. Pronto nos percatamos, y repetimos al unísono "Hello Jhonny, hello Joey, hello Dee Dee", después dijo greacias, a lo que todo el público respondió con un ¡¡Aahh!!.
I Believe in Miracles, fue su tributo en la noche santiaguina; y siguiendo con los covers vino Baba O’Riley, de The Who. Si bien me mantuve firme a no llorar en todo el concierto, bastó con un par de acordes de Yellow Ledbetter, para darme cuenta que quedaban alrededor de seis minutos para que todo esto acabara. No puede acabar así- me decía una y otra vez- faltan tantos temas por escuchar. Donde está Rearviewmirror, Nothing as it seems, o incluso Wishlist... fue hermoso mientras duró... eran los únicos que podría ver. Nirvana, con Cobain muerto; Alice in Chains, disueltos y con Layne muerto; Soundgarden, disueltos y sin posibilidades de reunirse; fue realmente magnífico mientras duró. Y comencé a llorar, el único entre 25 mil personas que me entendían, pero lloré solo. Mike McCready, se erguía también solo tocando los últimos acordes de la jornada. Matt Cameron, ya había lanzado sus baquetas y el público marcaba el tiempo con sus palmas.

La gente se retiró, comprendió que la magia acabó. No hubo disturbios a la salida. Solo después me enteré que en Evenflow la galucha se desplomó y quedaron sus buenos heridos, incluso una mina se cayó de cabeza. Pero ningún muerto. Fue un concierto de lo más normal.
Me junté con los demás dentro de los que se contaban; mi hermano Juan Pablo, Paola, su popola, Felipe el colorín, Rodrigo el loli, el pancho, compañero de mi hermano del Duoc, Francisco, mi primo, Mariana, mi prima, Erez, su pololo, Tal el primo de Erez, y Yo. A muchos no los vi hasta el final. Pero de que será una experiencia que marcará todas nuestras vidas, lo será.
Vinieron las fotos de recuerdo, los dolores de cuello y de espalda, calambres en las piernas, la fatiga, y la afonía. Pero valió la pena. Nos abrazamos, gritamos, y me enteré que no era el único llorón entre las filas. Mi hermano cagó con Go y Alive. El gordo loli con casi todo el concierto. Francisco con Evenflow, lo sé porque estuve presente junto a él en ese momento.
Ahora debíamos encontrar un método para llegar al departamento, el miércoles 23 debíamos partir temprano. Marci tenía un certamen en la tarde, y mi primo cumplía un año con su polola. Había que dormir. Caminamos cerca de media hora hasta un servicentro, donde tarde o temprano aparecería un colectivo o un taxi a cargar y que nos hiciera precio por cinco personas.
Finalmente en el departamento, comimos algo, tomamos algo, fumamos algo, comentamos algo, y a dormir.

23 de noviembre, a las una de la tarde, en el departamento de Erez. Mierda, nos quedamos dormidos, tomamos desayuno Tal, Francisco y yo (Santiago no estaba porque tenía clases en la mañana) y Erez con mi prima estaban inconscientes en la pieza principal. Unas cuantas palabras cruzadas con Tal, y ya nos entendíamos lo más bien. Aún con mímica, pero fue posible mantener una conversación amena.
Acompañé a mi primo a comprarle un regalo a Beatriz, que es el nombre de su popola. Me compré un bolso porque el que tengo muy difícil sobrevivirá el verano. Caminando por Ahumada nos encontramos con los Búnkers, pero no los saludamos, eran de nuestro colegio pero siempre fueron los rivales de la banda de mi hermano.
Una vez en el departamento debíamos alistarnos para que nada se nos olvidara. No estaban ni Erez, Santiago o Tal, por lo que le dejamos una nota de agradecimiento por la hospitalidad y la correspondiente invitación en caso de que decidan ir al sur pa tomarnos unas "chelas" y fumarnos unos "guaracos".

En el terminal vi los titulares de los diarios y leí las críticas al concierto. Había de todo; aquellos que hacían énfasis en lo ocurrido en la galería, otros que arrojaban flores a la calidad sonora que no se ha gastado durante los años, y unos más técnicos que solo resaltaban las fallas en cuanto a la batería de Cameron en Grievance, y desacordes de McCready en dos o tres canciones, y que la voz de Vedder se cansa más rápido en la actualidad.
Yo asistí, y créanme que nunca le pedí a la banda que tocaran a la perfección, si hay algo que admiro de las bandas grunge es la autenticidad en escena. Son tipos como cualquiera que suben al escenario dicen públicamente lo que piensan, convertido en melodías que terminan inconscientemente identificándose con uno. Y más aún mantienen la humildad que todo artista debe tener. Ellos como músicos, hacen música y uno como público los respeta por eso. Además Pearl Jam no va a hacerles conciertos a extraños, o expertos de la música... sino a los amigos, y yo me considero uno de ellos.
Sacamos pasajes a las cinco y algo, llegaríamos a eso de las once, once y media de la noche a Concepción, y nos encontramos en el terminal con Juan Pablo, Felipe, y el pancho, no alcanzaron pasajes para el mismo bus. Pero se irían a eso de las seis de la tarde. El loli se fue en la mañana.
Mi primo estaba nervioso, veía la patada de Beatriz a la vuelta de la esquina; y mi prima ya se había resignado a la reprobación del ramo. Yo estaba relajado, debía presentar la crónica para radio el viernes, y ya tenía claro cual iba a ser mi tema.

Con cada hora que pasaba en el bus, me integraba nuevamente a la realidad. Parecía como si todo lo vivido en menos de 24 horas era un sueño, que en cualquier momento despertaría en la biblioteca de mi universidad, con mi cabeza apoyada sobre un libro que debo leer para el día siguiente. Tenía miedo de olvidar algo, sabía que una vez que llegara a mi casa lo primero que debía hacer era escribir lo que viví y sentí.
Ya en la octava región nos separamos, mi primo y yo, de Mariana, es la única de los tres que no vive en San Pedro de la Paz. Luego fui yo el que me separé debía bajarme antes. La travesía había terminado. Aún me dolía el cuerpo, era buena señal... eso demostraba que no era un sueño, y que sobreviví a la batalla.
Me preguntaba cual concierto fue mejor. Si lo analizo objetiva y técnicamente, el segundo fue el mejor, no cabe duda. Muchos que fueron a ambos dicen lo mismo, que fue un poco más rockero, que tuvo más duración, etc. si lo analizo de manera subjetiva, no me importa realmente cual fue el mejor, lo único que espero es que todos hayan terminado igual de satisfechos al final... como yo.

Sin duda la música a estado presente en mi vida desde que mi madre me inspirara el gusto a ésta, al poner Bohemian Rapsody de Queen, cuando estaba en la cuna, en vez de Mazapán, y estoy seguro que lo vivido el 22 de noviembre de 2004 marcará un antes y un después en mi vida. Al final de todo no me considero un simple mortal, soy sólo alguien que contó lo que vivió y sintió entre 25 mil personas.

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