lunes, abril 17, 2006

Historia de como la verde colina se transformó en escenario de los más tristes episodios de un pobre desdichado. (parte IV)


Pinkpocket sintió aún más miedo, pero nunca desesperó, aún no tenía un arma en sus manos, y no vestía ropas negras.- Es sólo un sueño, fue sólo un sueño- repetía una y otra vez.
El sonido de su celular lo despertó del trance, era su hermano y otro mensaje de texto. "Doble P (así es como lo llama su hermano), te espero bajo la sombra del sauce, apúrate".
El sol se negó a esconderse antes que Pinkpocket decidiera ir a la colina.- si he de escapar toda mi vida de este destino malgastaré toda oportunidad de ser feliz... si alguna vez seré feliz. Es mejor enfrentarlo, aún siendo un rival al que nunca ganaré- decía mientras cerraba la puerta de su casa por fuera.- pero creo vencerte si no poseo arma alguna ni sigo al pie de la letra lo que en aquel onírico espectáculo observé.- Pinkpocket se internó en el rojo pantano y finalmente llegó donde el sauce. El sol se negó a esconderse antes que Pinkpocket se sentara en la colina.

Ahí ya estaba su hermano vestido entero de negro, imperturbable y silencioso como de costumbre. Pinkpocket no quiso decir una sola palabra... fue su hermano quien finalmente rompió el silencio del pantano.
-¿Has sentido como el alma cae en pedazos, sobre el suelo negro y frío de nuestras traiciones?- fue la sentencia que dejó pálido a Pinkpocket. Al fin comprendió todo. No era su hermano quien debía morir esa noche, como lo había soñado... era su propia muerte la que se llevaría a cabo, antes que el sol se escondiera totalmente en el horizonte.

Estaba paralizado, los músculos de su mandíbula no reaccionaban incluso cuando su hermano lo agitó sujetándole la camisa. En su mente condenaba al destino como si éste fuera un maldito bromista.
Todo coincidía como en aquel sueño... como en aquel mal sueño. Reconoció el revólver de su abuelo en las manos de Pinkpocket, que miraba justo en el medio de sus ojos. Debía de haberlo sacado mientras su abuelo dormía la siesta. O puede haber practicado con su cabeza para acostumbrarse al óxido del gatillo. No fue en busca de relajación... todo lo tenía planeado desde un principio.
Pero yo no soy la principal víctima de su desquiciada mente... sino ella. Siempre es una mujer la que nos impulsa a hacer lo impensadamente irracional.
Mientras sus manos temblaban, realizó una vez más la pregunta que apuñalaba su corazón.- Dime, hermano, ¿Alguna vez has sentido como el alma cae en pedazos? ¿Puedes ayudarme?-
Pinkpocket olvidando el riesgo de cualquier mala frase, y aceptando que todo ya estaba escrito, contestó. –Lo siento, pero tú has nacido para nunca amar, sólo para desear ser amado, y envidiar a quienes sí aman -.
El sonido de un trueno y la verde colina se tiñó de rojo. El hermano de Pinkpocket nunca más hablaría con él, al menos... en su sano juicio.

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