jueves, abril 13, 2006

Historia de como la verde colina se transformó en escenario de los más tristes episodios de un pobre desdichado. (parte II)



Anochecía, y Pinkpocket sabía que con cada segundo que pasaba, su deber se hacía imposible. Debía actuar rápido. Esconder el cadáver de su único hermano no era una tarea que ocurriera todos los días.
Sin mostrar un rastro de remordimiento, guardó el revólver, ya oxidado, en el bolsillo de su gastado abrigo, y comenzó a cavar con las únicas herramientas a su alcance... sus pobres manos, las que aún no se recuperaban del episodio anterior. El silencio sentenciaba su ignorancia ante la gravedad de lo que había realizado diez minutos atrás.

- Ya está hecho. Nadie encontrará el cuerpo, ni lo ensuciará entre cultos paganos- dijo Pinkpocket después de horas de trabajo, mientras buscaba una excusa razonable en su cabeza desquiciada. Distorsionaba la realidad para sentirse todavía dueño de su destino.
Fue así como afirmó que era el salvador del alma de su hermano, la cual hubiera enloquecido con las velas y las rosas muertas, con los lamentos de quienes él (su hermano) más estimaba y con los interminables sermones de ese sujeto que nunca comprendió verdaderamente lo que sucedía alrededor suyo, por estar siempre con la mente en el cielo.
- Junto a este árbol, estarás a salvo... no es necesario que me lo agradezcas, tú hubieras hecho lo mismo por mí.- se sentó junto al lecho de muerte, y contempló el cielo estrellado. Del silencio surgió el llanto, y los gritos de desesperación ahogados de alguien. Pero el rostro de Pinkpocket no mostraba un solo gesto de horror, creía que su locura había alcanzado límites inhumanos.
Los sonidos venían del suelo, y pronto a su lado, la tierra que había sido removida para dar paso a una tumba sin nombre, comenzó ha temblar. Aparecieron los brazos del hermano de Pinkpocket y un susurro pidiendo ayuda.

Pinkpocket se puso de pie y manchó nuevamente sus dedos con el oxido del arma. En su mirada la paz se esfumó dando paso nuevamente a la ira. Espero hasta que la mitad del cuerpo de su hermano se asomara para estar seguro que estaría consciente para lo que iba a suceder.
Su hermano ya respiraba fuera del claustro, y bastó que mirara una vez los ojos de Pinkpocket, para darse cuenta de sus intenciones.
- ¡Maldito imbécil!- comenzó a gritar Pinkpocket -¡Quédate en tu agujero de mierda si no me quieres ayudar a realizar mis planes!- Con cada insulto una bala era descargada, y al no tener más municiones comenzó a golpear el rostro de su hermano hasta asegurarse de que éste dejara de expeler vida. No descansaría sin antes lograrlo.

El pobre Pinkpocket sólo volvió en calma, una vez que el cuerpo de su hermano ya no mostrara signos de respiración, y descansara seis pies bajo tierra. Se sentó en la verde colina y aún cuando todo estaba en silencio, se escuchaba el susurro de un llanto, más nítido que el anterior. Era Pinkpocket.
-¡Que he hecho!... Soy un monstruo- aún no terminaba la frase cuando de la tierra apareció el brazo de su hermano, tomando a Pinkpocket de la cabeza, y murmurando como quien agoniza – Todavía puedes cambiar mi destino-
Pinkpocket despertó, y en su estado agitado pudo reconocer su habitación. Pero algo más le era familiar. Revisó su reloj. Eran las seis de la mañana del día en que había matado a su hermano. Todo era un mal sueño ¿Todo era un mal sueño?

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