Todo debería resumirse en lo siguiente…te sientas en una esquina...
no importa si llueve
si hay sol,
tu edad,
tu color de piel,
la izquierda o la derecha,
tu credo,
tu nacionalidad,
tu dinero en migajas,
tu título universitario,
el partido del fin de semana,
tu calidad de bebedor,
los impuestos que ayer pagaste
o las deudas que aún en vida no podrás pagar,
si comprarás ese auto nuevo,
si subirá el precio de la bencina,
del pan de cada día
o el de las indulgencias a crédito,
si hoy tomaste tu medicina,
si sentarse es de "flojos",
el pelo largo o los uniformes,
si el lunes lo dejas
o que fumas para calmar los nervios
aquellos que llegan,
aquellos que van,
y aquellos que nunca vendrán,
si el del al lado roba más... o mejor
y si acaso algún dios está al tanto,
lo que alguna vez dijeron los viejos
y aquello que los más jóvenes te reprocharán,
si te has caído,
si te has puesto de pie,
si ríes,
si lloras,
si amas a alguien,
si aprendiste a olvidar,
los prestos, los vivaces, los allegros, los andantes
y finalmente los adagios
... te sientas en una esquina y aguardas en silencio. No permitas que la respiración nos contradiga, conserva el ritmo y por ningún motivo cierres los ojos.
Notarás como la ciudad respira desde su gris y monótona alma, mil sonidos que muchos mezclan con su propia piel, pero que olvidaron hace ya un tiempo, la invitación a redescubrirlos como parte de una gran sinfonía...
¿Sinfonía, cuál sinfonía?
En nuestro rostro se esboza una sonrisa, una forma sincera y piadosa para demostrarme que aún no se abraza por completo la locura.
La quietud se rompe para pronunciar desde mis labios tu respuesta
La vida.
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