domingo, diciembre 31, 2006

...Conquistador de Almas y de la Muerte, ya que ni siquiera esta última ha podido quitarle su grandeza. Su especial devoción por las cosas menos importantes hacen que este sujeto, extrañamente, inunde de interés a la Tristeza que si bien lo observa en la lejanía, un millón de veces ha pisado su sombra robándole un trozo de su alegría...

Ella se ha enamorado para nunca dejarlo ir. Pero mientras más trozos roba al conquistador, más veneno inunda en sus venas. Él, sólo decide teñir su rostro de amargura pues el sentimiento es mutuo, nunca escapará. Sin ningún otro miedo que enfrentarse a la separación de su amada.
Cuando su cuerpo gastado por el llanto y la desesperanza, encuentre el descanso eterno en el bienhechor suicidio, comprenderemos que sin importar cuan grande sea el amor... la Tristeza y el Conquistador serán condenados a la autodestrucción...

Todo acabó mal. Las paredes nunca estuvieron tan teñidas de bermellón en todo el año como ese día... bastó un par de segundos para que la magia se extinguiera. Las autoridades dirán del pobre cuerpo en el piso que se trataba de algún otro vicioso, ebrio de deudas y adicto al aislamiento, supuesto sicópata, vinculdado a casos fantasmas, y asesino en serie descubierto sin escape...

Otros dirán que al fin es libre de toda esta podrida sociedad que más que dicha y progreso, inunda de moho las desquiciadas calles. Valentía nombrarán la macabra escena. Será ejemplo y muchos desesperados en algo en que creer correrán la misma suerte.

Mientras que allá en la lejanía una anciana apenas puede contemplar dicho espectáculo a su alrededor, inundada de lágrimas que no encuentran calma... su nombre es Tristeza, camina aún más gris que de costumbre. Guarda una historia un tanto fuera de lo normal... pero que en realidad a nadie le interesa.

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